top of page

Esa noche, arropada en su cama, Niní se preguntó por el horror del mundo.
—¿Cómo puedo saber si lo veo? —le había preguntado Gusi mientras miraba el esqueleto de bonito que flotaba en su sopa.
Niní no estaba segura.
Podía ser cualquier cosa: un corazón roto, una gran oscuridad, esperar y esperar con una flor en el ojal y que nadie-nunca-nadie viniera a buscarte.
Ni siquiera tu mamá.
bottom of page