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Luego cayó la noche, la neblina se disipó, las estrellas brillaron y el mar se hizo ver, oscuro y quieto como una capa de vidrio.
—Es tarde ahora —le dijo Niní a su hermano—. Tenemos que irnos.
—¿Tan temprano? —dijo Lupita León— ¿No quieren escuchar uno de mis poemas?—
(este es el poema que tenía en mente ).
Pero la luna era roja y colosal en el horizonte y los niños vieron cómo el recodo de la playa se poblaba de sombras.
—¡Chau, Lupita! —dijeron, pasaron a través de ella (fue como atravesar una telaraña) y galoparon de regreso al parque de diversiones donde los jardines desbordaban cempasúchiles y la calesita funeral giraba y giraba sin niños en los ataúdes.
Su padre los esperaba en la boletería.
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