
—Ayer vimos un espectro —le anunció Gusi a su papá mientras desayunaban.
Su padre lo miró como se mira a una aspirina, o a una goma de borrar.
—Por supuesto.
—Era transparente como un frasco y hablaba como la abuela antes de morir. Buscamos algo en la playa.
—¿En la playa? —el papá abrió los ojos en un asombro— No pueden ir a la playa solos. Dije: parque de diversiones.
Así que después del desayuno el papá dejó a los niños en penitencia en el hotel y partió hacia una convención en las cuevas de caliza.
Afuera llovía.
Gusi sintonizó la radio de la Isla.
Niní pegó su nariz a la ventana. Miró el mar: iba y venía obsesivamente, haciendo nada.
—Un día sos un zapato —dijo, sin despegarse del vidrio frío—, un zapato regular en el pie de un humano. Otro día, el mar te succiona hasta el fondo. Y todo lo que conocés es…
—No soy un zapato.
—…la oscuridad. ¿Vamos a la playa?