
—Nací en junio —dijo.
—Yo nací en...
—Nací en junio —repitió Lupita y levitó para captar la atención de los niños —. Nací bajo la influencia secreta de la luna. / Todas las noches la luna brillaba cáustica en el cielo. / Su luz blanca me anestesiaba. / No podía sentir, / no podía ocupar mi lugar entre los elementos —. Volvió a poner los pies sobre la tierra—. Tenía una pastilla de menta enterrada en el corazón, como la princesa. ¿Conocen la historia?
—Todo lo que tocaba se volvía frío y mentolado —dijeron los niños al unísono—. ¿Eso estás buscando? ¿Tu príncipe verde?
—No. No es eso. No es eso.
—¿Qué es, entonces?
—¿Un secreto?
—Ah —dijo Lupita y mostró una sonrisa de pómulos salientes—. Pero el secreto es el secreto, / si no fuera un secreto / no sería un secreto. / Sería otra cosa. / Un zapato, por ejemplo.
—¡Un zapato!—recordó Gusi.
—Y el secreto es, / como siempre, / un secreto de amor. / Aunque no contiene nada adentro, / ningún nombre / dentro de ningún corazón garabateado. / Tiene un centro muerto —cruzó las manos sobre el pecho—: como yo.
—¿Entonces?—dijo Gusi.
—Entonces es aire, y no importa —dijo Niní.
Hubo un gran silencio.
—Quizá —susurró Lupita, sin mirar.