top of page

La luna comenzaba a asomar en un cielo todavía claro.
Los niños cruzaron la rambla y fueron a la playa. A causa de la neblina, colgaba del mástil una bandera negra.
Niní abrió el frasco que habían comprado: contenía una gran bola de chicle rosa. La arrojó a la olas.
—¿Qué dice ahí? —preguntó Gusi señalando un cartel abollado.
—“Prohibido arrojar objetos al mar”.
No se hicieron problema, Niní se quitó una pelusa del ombligo y la observó flotar por los aires: brillaba astralmente.
Gusi sopló el silbato para espectros e intentó una pobre vertical.
Entonces vieron, a lo lejos, a una mujer. Caminaba hacia ellos. Estaba rastrillando la arena con el pie, se detenía a mirar los caracoles y los huevos rotos de pez.
bottom of page